Elecciones “menores”

Las elecciones europeas en puertas siempre han despertado escaso interés entre los electores. No se sabe muy bien qué utilidad tienen ni qué hacen esos señores a los vamos a elegir en unos días y que tendrán, eso sí, impresionantes salarios y gabelas durante cinco años. El parlamento europeo, a la postre, se inventó hace poco y apenas tiene competencias, más allá de la simbólicas. Ni elige a los más altos cargos de la UE ni tienen apenas poder de decisión, que se lo siguen reservando los Estados y sus más poderosos órganos comunes, como el Consejo de Europa y otros más sectoriales.

Pero, ojo, porque con Europa pasa como con las autonomías. Sus elecciones nos parecen secundarias, de hecho las suelen encabezar segundones de la política, pero es en sus ámbitos donde se deciden lo que más nos afecta. Cada vez dependemos más de decisiones comunitarias y en el parlamento europeo es donde aprueban muchas de esas normas que después hay que aplicar aquí y que deciden el rumbo de nuestra agricultura, ganadería, importantísimas políticas verdes, de consumo, sobre la Justicia, etc, etc. No da lo mismo, pues, que en ese ámbito cada vez más decisivo tengan vara alta los de Sánchez y Yolanda Díaz, o que la tengan los de Abascal y Feijoo. Con sus respectivos colegas europeos, claro. El voto, como siempre y en cualquier elección, importa y es el arma de los de abajo, que en eso al menos se igualan a los de arriba, aunque éstos siempre dispongan del “turbo” del dinero, que a todo ayuda. Si se imponen los ultras y conservadores en las elecciones europeas lo van a pasar mucho peor los más débiles: pobres, inmigrantes, precarios, periféricos, marginales y olvidados. Si logran mayoría los partidos más sociales y sensibles a lo común, Europa seguirá avanzando en la protección de derechos, de la buena vida para todos y de una cierta fraternidad que por definición solo puede ser mundial. No es moco de pavo.

Trato de decir, en conclusión, que si la elecciones autonómicas son mucho más importantes de lo muchos creen (ahí nos jugamos la sanidad, la educación, los servicios sociales, las políticas agroganaderas más cercanas, etc.), tampoco las europeas deben ser tomadas por “menores”. Solo lo son en apariencia. En realidad, en un mundo cada vez más global e interrelacionado, constituyen otro paso en la construcción de lo que algún día se verá como algo portentoso: la creación de Europa a partir de Estados viejos y consolidados que supieron aunar fuerzas para poner en pie algo más grande que ellos mismos. La gran cuestión es si será un Europa de sus gentes, del común, de la inmensa mayoría o una Europa de los mercaderes, de las élites o de la minoría de los más pudientes. A eso jugamos siempre en estas elecciones. Y jugar no es precisamente el verbo deseable.

(La Opinión-El Correo de Zamora, 31/V/2024)



Deja un comentario

Newsletter