Domingo de urnas 

La buena noticia es que hoy es el último día de campaña electoral. Y que ya no hay elecciones en el horizonte en al menos año y medio, o por ahí. Salvo que a Mañueco le de por adelantar las autonómicas, que no creo, visto el resultado de su adelanto anterior y vista también la comodidad con que gobierna con los de Vox. Un descanso de urnas no nos viene mal, me parece. Porque vaya maratón en un año:  municipales y autonómicas, legislativas, gallegas, vascas, catalanas y europeas. Nos tienen con la lengua fuera. Cierto es que a nosotros, los zamoranos, los de Castilla y León, no nos han afectado 4 de las 7 (autonómicas, gallegas, vascas y catalanas). Pero, chico, como siempre, conocemos mejor a los candidatos vascos, catalanes e incluso gallegos que a lo que se presentan por esta Comunidad. Cosas de ser de una Autonomía de tercera porque no hay cuarta.

En todo caso, ya digo, hoy termina la campaña de las europeas. Mañana, jornada de reflexión y el domingo, a votar. Aunque la política esté hecha unos zorros y disguste más que apasiona, a mi me siguen gustando los domingos de urnas. Son como domingos de ramos, pero en ateo; o en demócrata, por mejor decir. Lo que pasa es que eso lo apreciamos así cada vez menos votantes, me temo; solo los que conocimos la España donde no se podía votar libremente, la del partido único, la democracia “orgánica” y los plebiscitos habituales en una dictadura. Para los jóvenes esto suena a cuentos del abuelo Cebolleta, mientras lo que ven es una democracia chirriante, insatisfactoria, que nunca parece dar solución a los problemas reales: vivienda inalcanzable, sueldos de miseria, servicios públicos renqueantes y una mala vida bastante generalizada.

La democracia, como tantas otras cosas importantes, solo se aprecia en todo su valor cuando se pierde. Cuando se tiene, lo único que vemos son sus rotos, sus deficiencias, lo que no sabe o no puede hacer. Por algo se le describe como “el menos malo de los sistemas conocidos”. Ojalá las nuevas generaciones no tengan que añorarla y pelear por su recuperación algún día. Lo cierto es que las amenazas van en aumento y que las perspectiva de los enemigos de la democracia no son nada malas en estas Europeas del domingo. No da igual, ni mucho menos, que ganen unos u otros. Si ganan unos, quizá no hagan mucho, quizá nos decepcionen, quizá incluso lo hagan fatal. Pero dentro de cinco años los podremos echar, en otras elecciones. Si ganan los otros e imponen sus ideas, ya se verá qué es lo que viene. Pero no será lo que conocemos ni la Europa abierta y fraterna que vale la pena. Y habrá que ver si cuando nos decepcionen se dejan echar por las buenas. Hay que votar este domingo. En defensa propia. O nos pesará.

(La Opinión-El Correo de Zamora, 7/VI/2024)



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