Tu imagina que eres un albañil. Y que cada dos por tres viene un amigo, conocido, miembro prominente de la comunidad, te da una palmada en la espalda, pone su mejor sonrisa y te dice.
– Oye, ¿te importaría hacerme una tapia? Total, a ti no cuesta nada, la haces en un momento y a mi, oye, me vendrá que no veas.
– Encantado, es mi trabajo. Mira, te voy a decir la tarifa…
– No, hombre, no fastidies. Te hablo como amigo. Para que me lo hagas gratis, por una buena causa.
Donde digo albañil, podéis poner fontanero, médico, abogado… Lo que queráis. ¿Os imagináis que cada dos por tres os pidan que hagáis aquello con lo que os ganáis la vida… pero gratis, por el morro y siempre, faltaría más, por una buena causa? Pues es lo que nos pasa, casi cada día, a los que hemos elegido la profesión de escritor. Todo el mundo nos pide un articulito «de nada», una colaboración «sin importancia», un prólogo amistoso, una conferencia altruista, un pregón de fiestas, un cuento para un libro benéfico…
-Total, a ti qué te cuesta -suelen decir.
Y ciertamente poco cuesta hacer una cosa de esas, una sola. El problema es cuando eres un poco conocido y es una cada día o casi. Porque acabas reventado de tanto hacer «tapias y más tapias» gratuitas. Acabas también con un inevitable complejo de idiota, habida cuenta de que tu también tienes tus facturas por pagar y ningún acreedor, oye, se aviene a trabajar porque sí, para hacerte un favor y por que a él, total, no le cuesta nada hacer lo que hace todos los días.
Así que he decidido plantarme, porque estoy fatigado de tanto y tanto encargo como me surge, con una sola condición común: que escriba gratis y porque a mi no me cuesta nada. Pues me cuesta. Me ha costado mucho llegar a escribir medianamente bien. Me cuesta sobrevivir, como a todos los que no roban, en esta jungla laboral que padecemos. Y me he cansado de que me pidan gratis aquello de lo que por fuerza he de vivir.
NO PIENSO VOLVER A ESCRIBIR UN FOLIO GRATIS.
Escribir es mi oficio, mi profesión, aquello de lo que hemos de comer los míos y yo. Me halaga que alguien quiera contar con mi escritura, pero que no me insulte pidiéndome que escriba porque sí, por su cara bonita o porque su tema es altruista a más no poder.
Ahora mismo, tengo sobre la mesa dos artículos pendientes para dos queridos amigos. Naturalmente, no veré un céntimo por ninguno de ellos. Pero he quedado en escribirlos y lo haré. Serán los últimos.
A partir de ahí, si alguien quiere un escrito mío, se lo haré gustosísimo y de la mejor forma que sea capaz, pero que me lo paguen, como pagan al albañil, al fontanero, al abogado, al médico y a cualquiera a quien se le pide que haga aquello que mejor sabe hacer.
Sé que no lo harán, que quienes piden colaboraciones no están dispuestos a pagarlas -o no tienen con qué: aunque para la imprenta, como no queda otra, siempre tienen-. Bueno, pues al menos dedicaré al ocio, a lo que me gusta, todo el tiempo que ahora me toca dedicar a escribir de cosas por las que no tengo el menor interés.
Cierro la tienda, pues, y lo comunico desde aquí «urbi et orbe»: NO ESCRIBO MÁS POR LA CARA.
Me entiendan o no.
Estoy fatigado. Y necesito centrar mis habilidades en lo que me dé de comer. Así de simple.
ESTA DECLARACIÓN SE PUBLICA A LA VEZ EN ESTE BLOG Y EN MI WEB OFICIAL (BRAULIOLLAMERO.COM) PARA QUE QUEDE CONSTANCIA
Deja un comentario